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Soledad Acuña: una cronista de su propio fracaso

Los dichos de la ministra Acuña en su charla con Fernando Iglesias tienen varios niveles para ser analizados. Por Manuel Becerra e Iván Stoikoff. Vuelven a abundar los prejuicios, la estigmatización sobre las ideas de lxs docentes y el desprecio por el oficio que redunda en el desconocimiento de las tradiciones pedagógicas. Más allá de las valoraciones éticas, hay un punto inmóvil: Acuña declama, indirectamente, su renuncia a gobernar el sistema educativo, trabajo para el cual fue elegida por Horacio Rodríguez Larreta en 2015.


Si un funcionario diagnostica “vicios” en el ámbito que le toca gobernar y su intervención de gobierno es lanzar una catarata pública de agresiones sobre sus componentes, es un acto de renuncia a la tarea. Una renuncia premeditada y agravada por la planificación, donde el “otro” es un agente monstruoso y culpable, donde la discusión se organiza solo con “espantapájaros”. Todo esto en el marco de un montaje de telenovela. La no convocatoria a los centros de estudiantes y sindicatos cuando se impulsó la Secundaria del Futuro en 2017, la campaña trágica en el marco del proyecto UniCABA en 2018, la decisión de cerrar escuelas nocturnas, son muestras de la intención de borrar de un plumazo lo existente sin tener en cuenta su existencia.
O sea, de operar sobre la realidad ignorando cómo funciona esa misma realidad: una empresa indudablemente destinada a fracasar. Recordemos que la SdF se redujo a una reformulación del trabajo colaborativo, la UniCABA no pudo eliminar de un saque a los institutos de formación docente -aunque se haya puesto en marcha- y no hubo cierre de las nocturnas.
Ya este año, la gestión de la pandemia la encontró, nuevamente, sin ningún intento de consenso para volver a la presencialidad. En vez de eso se dedicó a anunciar medidas que no eran tales pero que hacían estallar varias veces por semana los grupos de WhatsApp de familias, docentes, sindicatos y alumnos.
Cuando Acuña señala, con cierta resignación, cuáles son los problemas estructurales del sistema educativo, parece ser una espectadora. La renuncia, entonces, se refuerza: no sólo ha decidido desconocer cómo funciona su área, sino que además describe los problemas como si ella no tuviera ninguna responsabilidad sobre lo que ocurre, como algo ajeno a su competencia. Se impone la pregunta, entonces: ¿Para qué está?
El modus operandi de Acuña es algo que podría llamarse “autonomía perversa” de las escuelas: el ministerio no acompaña bajo el marco político-pedagógico de la autonomía escolar -una teoría existente y debatible, en todo caso-, pero al mismo tiempo actúa con niveles altos de autoritarismo y agresión, sin delegar ningún resorte de gestión a esas mismas escuelas.
El resultado es una escuela señalada como culpable de decisiones que se tomaron en el escritorio de la ministra. Mientras, además, la ministra elige no administrar tensiones y en el sembradío de confusión comenta sorprendida los problemas que detecta en una charla de YouTube. La renuncia premeditada a gobernar el sistema, es después de todo, la crónica en primera persona, de su propio fracaso.

Publicado el 16/11/2020 08:00 en Nacionales    
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ARBIA Cronica InfoBAE Miradas al Sur Pagina 12 Tiempo Argentino